En el mundo de la doma clásica, la técnica es esencial. La posición, las ayudas, la precisión de cada ejercicio… son aspectos que entrenamos a diario. Pero hay algo que realmente marca la diferencia entre un buen jinete y uno excepcional: la capacidad de entender a su caballo.
Un buen jinete sabe montar.
Pero el mejor jinete es aquel que observa, que siente, que se pregunta por qué hoy su caballo está más tenso, por qué duda al avanzar, por qué no responde como lo hacía ayer.
El mejor jinete es el que escucha, aunque el caballo no hable con palabras.
Cada caballo tiene una historia, una personalidad, una sensibilidad única. Algunos son valientes y seguros; otros, tímidos, inseguros o más reactivos. Algunos aprenden rápido; otros necesitan más tiempo y paciencia. Y no se trata de forzarlos a encajar en un molde, sino de adaptarnos, comunicarnos y construir una relación basada en la confianza mutua.
Y aquí viene algo que muchas veces olvidamos:
Los caballos no mienten. Simplemente no tienen esa capacidad.
No fingen, no manipulan, no inventan.
Así que cuando un caballo se defiende, se bloquea, reacciona o se desconecta… siempre hay una razón.
El problema no está en el caballo.
El problema muchas veces está en que no sabemos leer lo que nos quiere decir.
Es fácil etiquetar a un caballo como “difícil” o incluso como “un cabrón” — una frase que, tristemente, todavía se escucha en muchas cuadras.
Pero detrás de cada reacción hay una causa: dolor, miedo, confusión, frustración… o simplemente una necesidad no atendida.
No hablan con palabras, pero se expresan constantemente:
Con los ojos, con el cuerpo, con la tensión o la rigidez, con el movimiento… o la ausencia de él.
Depende de nosotros aprender su lenguaje.
Entender a un caballo es saber hacerse las preguntas adecuadas:
- ¿Necesita hoy una sesión más suave?
- ¿Un paseo al campo para relajarse?
- ¿Hay algo que no va bien con su montura, su embocadura o su cuerpo?
- ¿Está afectando su estado emocional el lugar donde vive?
Los caballos no disimulan. Si algo no va bien, lo muestran — no con palabras, pero sí con señales que debemos aprender a ver y a interpretar.
Cuando nos tomamos el tiempo de mirarlos a los ojos y ver de verdad lo que están expresando, la comunicación se vuelve real.
En Gallery Horse
Nos apasiona la doma clásica — pero más que eso, nos apasionan los caballos. Y creemos profundamente que los grandes jinetes no se forman solo en la pista. Se forjan en el día a día, en los detalles pequeños, en la observación silenciosa, en el respeto constante. Porque quienes se toman el tiempo de entender a su caballo, acaban muchas veces por entenderse mejor a sí mismos.
Este artículo es para quienes quieren ir más allá de la técnica.
Para quienes montan con el alma.
Para quienes ven en su caballo un compañero, no una herramienta.
Porque esa es la base de la verdadera equitación.