En el mundo de la doma clásica, donde la perfección técnica, la elegancia y la búsqueda de la excelencia parecen serlo todo, es fácil olvidar la verdad más sencilla y profunda: todo comienza y termina con el amor por el caballo.
El jinete internacional Daniel Bluman lo expresó con claridad:
“El corazón de cada atleta ecuestre debería ser un amor puro por el caballo. El horsemanship es la cualidad más importante que un jinete puede tener. Trato de dar ejemplo, y estoy absolutamente convencido de que cuando aprendes el camino de los caballos, todo florece de una manera diferente.”
Aunque Bluman pertenece al mundo del salto, sus palabras resuenan con fuerza en la doma clásica. Porque más allá de las notas, los porcentajes o los podios, la doma es —y siempre será— el arte de la armonía: un binomio donde caballo y jinete se entienden, se respetan y se elevan juntos.
El verdadero horsemanship
El horsemanship no se limita a saber montar o entrenar. Es la capacidad de comprender al caballo como individuo, con sus virtudes, sus debilidades, sus temores y su sensibilidad. Un verdadero jinete escucha antes de pedir, observa antes de corregir y construye confianza antes de exigir rendimiento.
Los grandes jinetes de doma no solo destacan por su técnica, sino por su capacidad de proteger el alma de sus caballos. Saben que la brillantez en la pista es el reflejo de las horas silenciosas en la cuadra: cepillando, paseando, observando, compartiendo. Es ahí donde nace la conexión que luego se transforma en arte dentro de la pista.
El entrenamiento guiado por el amor
El caballo es un ser extraordinariamente generoso. Cuando se siente respetado y comprendido, da mucho más de lo que jamás se le podría imponer. El amor en el entrenamiento no significa renunciar a la ambición, sino apostar por una ambición ética, paciente y consistente. Significa aceptar que cada piaffe, cada passage y cada cambio de pie es fruto de años de confianza y de respeto mutuo.
Cuando el entrenamiento se guía por el amor, el resultado no es solo técnico: es emocional. Se refleja en la mirada del caballo, en la relajación de su cuello, en la elasticidad de sus aires. Se refleja en la alegría de un animal que no solo obedece, sino que baila porque quiere bailar.
Una responsabilidad que va más allá del deporte
Quienes vivimos la doma clásica tenemos también una responsabilidad mayor: dar ejemplo. El modo en que tratamos a nuestros caballos en el entrenamiento, en la competición y en el día a día es lo que marcará no solo nuestro éxito, sino también la percepción que el mundo tiene de nuestro deporte.
Hoy, la sociedad observa con lupa. Cada gesto de dureza o de falta de ética es visto y juzgado. La única manera de garantizar la belleza y el futuro de la doma es mantener su esencia donde siempre debió estar: en el corazón del caballo.
En Gallery Horse creemos firmemente que la grandeza de un caballo de doma no se mide solo por sus resultados, sino por la relación que se construye con él. Los mejores triunfos no nacen de la presión, sino de la confianza y la verdadera unión entre jinete y caballo.