En el mundo ecuestre solemos hablar de aires, de impulsión, de rectitud o de técnica en los ejercicios. Sin embargo, hay un elemento común a todas las disciplinas que a menudo pasa desapercibido: el dorso del caballo.
El dorso no es solo la parte que vemos y sobre la que se coloca la montura. Es el puente de conexión entre el tren anterior y el tren posterior, el lugar donde se transmite la energía de los posteriores hacia delante y donde se equilibra el peso del jinete. Un dorso fuerte y flexible es el cimiento de un caballo sano, dispuesto y capaz de rendir.
¿Por qué es tan importante el dorso?
- Soporta el peso del jinete: sin una musculatura dorsal bien desarrollada, ese peso se traslada a estructuras más débiles como articulaciones y ligamentos, con riesgo de lesión.
- Transmite la impulsión: la energía de los posteriores necesita un dorso elástico que la canalice hacia adelante.
- Garantiza comodidad y longevidad: un caballo que trabaja correctamente el dorso no solo se mueve mejor, sino que se mantiene sano durante más años.
- Previene problemas de comportamiento: resistencias, defensas, rehúses en el salto o tensiones en la doma muchas veces tienen su origen en un dorso rígido o dolorido.
Cómo fortalecer el dorso
- Trabajo a la cuerda y con riendas largas: permite al caballo moverse libremente, estirando el cuello y arqueando la espalda.
- Transiciones y cambios de ritmo: invitan al caballo a comprometer sus posteriores y a activar la línea superior.
- Trabajo en terreno variado: subir y bajar colinas suavemente desarrolla la musculatura profunda.
- Montura adecuada y jinete equilibrado: sin estos dos factores, cualquier trabajo se pierde.
- Ejercicios específicos en cada disciplina:
- En doma: espaldas adentro, cesiones y trabajo lateral.
- En salto: trotar sobre cavalettis y líneas de barras al suelo.
- En resistencia o hacking: pasos largos en terreno natural con el caballo estirándose hacia adelante y hacia abajo.
El dorso como lenguaje común
No importa si el objetivo es una reprise de Gran Premio, un recorrido de 1.30 m o un paseo por el monte: todo empieza y termina en el dorso. Un caballo que lo trabaja bien se mueve con fluidez, absorbe mejor los impactos y se muestra más dispuesto en el contacto.
El gran secreto de la equitación, más allá de la disciplina, es recordar que no montamos solo un caballo: montamos su dorso. Y de cómo lo cuidemos dependerá toda su carrera deportiva y su bienestar futuro.